lunes, 1 de septiembre de 2014

Infernia Lola



El Diablo en el Espejo



Aprovechando las fiestas navideñas, unos amigos quedaron para compartir una noche de 

alcohol y risas en el bosque...

Como suele ser habitual en este tipo de reuniones, los muchachos empezaron a contar 

historias de terror y algunas leyendas que conocían. Algunos de ellos escuchaban 

aterrorizados los escalofriantes relatos que allí se exponían, pero la mayoría del grupo, que 

ya llevaba un par de copas de más, aprovechaban para bromear y tratar de asustar con un 

grito o saltando sobre los demás cada vez que había una pausa en la narración...

Sin embargo, cuando Alberto comenzó a contar su "cuento" todos se quedaron como 

petrificados, decía así...

- En Nochebuena, justamente al dar la medianoche, el Diablo se pasa a hacer su inspección 

en la Tierra, la única que hace al año, así que si queremos verle tiene que ser ese día y a esa 

hora. Ves al baño (es el lugar más adecuado para realizar este conjuro), cierra la puerta, 

prepara 12 velas negras, enciéndelas, apaga la luz y sitúate dentro de ese círculo... enfrente 

del espejo.

Cuando quede poco para que sean las 12 de la noche... cierra los ojos, y mantenlos cerrados 

hasta que quede sólo una campanada de la docena que deben sonar. En ese momento, y sólo 

durante un segundo escaso, el Diablo se aparecerá, y podrás verlo a través del cristal de 

dicho espejo...

Tras terminar su historia, todos quedaron callados, nadie sabía que decir. Los hasta entonces 

envalentonados muchachos, estaban realmente asustados, sabían que con los lóbregos seres 

de la Obscuridad no se debe bromear, y la figura del Anticristo siempre ha sido una de las 

más temidas desde el comienzo de la humanidad.

Pero para Pablo era el momento perfecto para hacerse el machito, siempre había sido un 

segundón en el grupo y nadie le tomaba en cuenta, por lo que aprovechó para hacerse el 

valiente...

- ¡Eso es mentira, y yo te lo puedo demostrar cuando quieras!.

Todos se giraron a mirarle, y rápidamente Alberto le respondió...

- ¿Si tan valiente eres por qué no lo probamos?. Dentro de un par de días será Nochebuena, 

yo mismo pongo las velas.

Pero si te echas atrás te las tendrás que comer delante de todos en Año Nuevo.

-Ok, pero si lo hago y te demuestro lo contrario ¡Quién se comerá las velas serás tú, por 

bocazas!

El grupo se rió, y pasados unos minutos todo parecía haber quedado olvidado, pero para 

Alberto eso había sido un desafío a su autoridad. Como líder que era de todos ellos, eso no 

podía quedar así. Por lo que un par de días después se presentó en casa de Pablo con una 

bolsa que contenía las doce velas negras, una biblia satánica que le había prestado un amigo 

gótico de su hermana, un Pentagrama con la cabeza de un carnero y una cámara capaz de 

grabar en la oscuridad que su padre guardaba en un armario como si fuera un tesoro.

Su intención era que cuando Pablo viera toda la "parafernalia" del Ritual de Invocación, se 

echara atrás y le pidiera disculpas, pero lo que no se esperaba es que el chico, reafirmado en 

su intención de hacer que se comiera las velas frente a todos en la fiesta de Año Nuevo, 

empezara a bromear sobre el tamaño de éstas...


- ¿Qué pasa Alberto, es que no las había más grandes?. ¿Tanto miedo te da tragártelas 

delante del grupo y has traído velas de cumpleaños?

- Tú tranquilo Pablito, que cuando te cagues del susto al menos las llamas ocultarán el olor.

Alberto entró en la casa de Pablo y sin dirigirle ni una mirada, se metió en el baño de su 

habitación.

Tal y como había visto en varias páginas de invocaciones que había encontrado en internet, 

colocó cinco de las velas en cada una de las puntas del Pentagrama, cuatro de ellas a los lados 

del espejo, y las tres restantes junto a la biblia satánica que intencionadamente dejó abierta 

por una página en la que había una especie de Ritual.

La escena de ese cuarto de baño, con ese Pentagrama, iluminado únicamente por la luz de las 

velas, era digno de una película de terror, y Pablo, a pesar de querer hacerse el valiente, 

sintió como se le encogía el estómago al pensar que tenía que entrar solo para realizar la 

ceremonia.

- Bueno chaval, hasta aquí me puedo quedar contigo yo -dijo Alberto con voz socarrona-. Por 

si te echas atrás en el último momento y abres los ojos antes de tiempo, he colocado una 

cámara de vídeo. ¡Mucha suerte, espero que la leyenda no sea cierta porque de lo contrario 

no creo que lo cuentes! -dijo, intentando darle aún más miedo-. Yo te espero aquí fuera por 

si te da por salir corriendo...

Pablo se encontraba dentro del baño con la luz apagada, faltaba menos de un minuto y ya 

sentía como las gotas de sudor le caían por la frente. Una cosa es hacerse el chulito delante 

de todo el mundo, y otra, encontrarse con ese escenario aterrador y disponerse a invocar al 

mismísimo Diablo por una apuesta.

Sin embargo reunió todas sus fuerzas para no salir disparado de allí, y cuando Alberto le 

avisó cerró los ojos. Pocos segundos después escuchó la primera campanada del reloj que 

tenían sus padres en el salón, entre el miedo que tenía y el silencio que reinaba en la casa, 

cada una de ellas le parecía que sonara cada vez más lenta. Al tener los ojos cerrados no 

percibió que con cada campanada se apagaba una vela, como si el demonio estuviera 

consumiendo cada una de ellas al ritmo necesario para que se fueran apagando 

simultáneamente a cada uno de los "clang" del reloj. Al sonar la número once, abrió los ojos…

Alberto, al otro lado de la puerta del baño esperaba que Pablo se echara atrás y saliera en 

cualquier momento, pero tras sonar la última campanada todo quedó en silencio. Llamó a su 

"amigo", pero no obtuvo respuesta, ya había transcurrido más de un minuto y no salía, así 

que decidió entrar...

Todo estaba oscuro y sólo se escuchaba una respiración ahogada en el suelo, un fuerte olor a 

azufre inundaba el lugar, entonces sintió que algo iba mal. Encendió la luz y se encontró al 

muchacho con la cara totalmente desencajada por el miedo, mientras se llevaba fuertemente 

la mano al pecho.

Del mismo terror había sufrido un ataque al corazón, y lo único que alcazaba a decir era...

-Lo he visto, lo he visto.

Al llegar al hospital los médicos no salían de su asombro, el corazón parecía estar bien, no 

obstante, el chico se encontraba en shock, y sólo acertaba a repetir una y otra vez que "lo 

había visto".

Días después salió del hospital, ya perfectamente recuperado, al menos físicamente, ya que 

nunca volvió a ser el mismo. Se convirtió en una persona asustadiza y retraída que 

frecuentemente se quedaba pensativo y en silencio a mitad de una conversación.

Alberto por su parte nunca se atrevió a ver lo que contenía la cinta, y decidió tirarla a la 

basura junto a los objetos que se habían usado en la invocación.

Quien sabe si algún día alguien la encontrará y podrá presenciar que fue lo que vio Pablo 

antes de que se apagara la última

vela. De todas formas, él sabe que volverá a ver al Diablo el día que muera, ya que Éste 

vendrá a reclamar su alma en

persona.



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