El
final adecuado
Estaba enterrado en vida. Encima de él y a sólo unos 10 ó 12 centímetros se
hallaba el techo del piso superior.
El terremoto lo había encontrado en el sótano de la
empresa buscando unos archivos para el jefe del periódico donde trabajaba. Era
el único allí en el justo instante en que se desató el violento movimiento
sísmico.
Creyó que iba a morir y se refugió bajo una mesa --que
obviamente fue destrozada en mil pedazos-- que pensó, le había salvado la
vida "en cierta forma".
Su cuerpo había quedado totalmente horizontal, su
pierna izquierda estaba fracturada--ya había intentado moverla antes sin éxito.
Intentó arrastrarse, pero el dolor de su cuerpo, el
obstáculo que generaba su pierna y los escollos a su alrededor apenas le habían
permitido moverse unos dos o tres centímetros; aunque a decir verdad, no sabía
en qué dirección.
Hubiese preferido morir en el mismo instante del terremoto
y no agónicamente como lo estaba haciendo ahora; el aire le iba faltando de a
poco, razón por la cual intentaba dominar el pánico para evitar una respiración
excesiva que consumiese lo poco que había; estaba casi en total oscuridad;
dolorido; atemorizado; en fin..."habría sido mejor la muerte
instantánea" reflexionó para sus adentros.
No sabia cuanto tiempo había pasado pero intuía que al
menos dos o tres horas habrían transcurrido.
En un momento--justamente cuando su único pensamiento
era intentar morir como fuese-- escuchó ecos de voces lejanas; su corazón se
aceleró ante la posibilidad de que lo encontrasen con vida.
--Debo tranquilizarme--pensó—si no lo hago consumiré
todo el oxígeno rápidamente, además necesito fuerzas para poder gritarles que
estoy con vida.
Sentía ruidos y golpes sobre él; le llegaban olores
fuertemente impregnados de sangre; juró y perjuró que jamás trabajaría en
un lugar cerrado, viviría en carpa si fuese necesario, pero necesitaba ver el
cielo una vez más, ver a su esposa y sus hijos otra vez.
--¡¡Parece haber algo allá abajo!! --sintió que
gritaban desde fuera--
¡Dios! lo habían detectado, no podía creerlo; ¿cómo
les avisaría que estaba con vida? ¿Se habrían dado cuenta ya?
Agudizó el oído.
--No creo que haya alguien con vida en esa parte,
mejor busquemos en el otro extremo--fue la siguiente frase extraña que escuchó.
¡Se iban! No, Dios mío, no.
--¡¡Auxilio!! ¡¡Estoy con vida!!--- gritó con
todas sus fuerzas, casi sin aire.
Escuchó que varias personas hablaban; luego de unos
minutos y de intensos ruidos encima suyo; apareció muy a lo lejos, pero al fin,
una especie de agujero que dejaba filtrar algo de tenue luz.
--Estoy salvado--pensó.
--¿hay alguien allí ?--escuchó lo que él consideró la
voz más hermosa del cosmos-
--SI, SI --casi gritó sin fuerzas-- por favor
sáquenme.
Otra vez los rumores de voces; luego de unos momentos
vio entrar una especie de diminuta manguera dentro del agujero que se había
formado antes.
--Escucha --le gritaron--te pasaremos algo de aire
mientras intentamos sacarte, pero no te excites demasiado porque no será fácil;
introduciremos una especie de alambre y tu lo tomarás cuando llegue a ti, así
sabremos a que distancia y en que ángulo de declive te encuentras ¿de acuerdo?
--si, si, lo que digan --apenas gritó
Vio entrar el cable y luego de unos minutos, éste se
detuvo. Aún estaba muy lejos de él, no lo alcanzaba.
--¿puedes alcanzarlo?--gritó el hombre del exterior.
--no, no puedo. Está muy lejos de mí.
--bueno--dijo frustrado--¿a cuánto consideras que te
encuentras de alcanzarlo?
Incorporó un poco más su cabeza para verlo.
--unos 6 o 7 metros.
No escuchó nada. Al cabo de unos segundos volvieron a
hablarle:
--- ¿Tu cabeza o tus pies dan hacia el agujero?
--mis piernas
--pues bien amigo, tendrás que ir moviéndote hacia
esta dirección como si fueses un gusano.
No escucharon la respuesta del sujeto allí
atrapado.
--¿oíste? --gritaron nuevamente-
--oí --musitó apenas-- pero no puedo moverme, tengo
una pierna quebrada y la otra está como paralizada por la posición torcida que
tiene.
Todas las voces callaron. Por unos minutos el aire,
dentro y fuera de los escombros se tornó pesado y asfixiante.
--Te sacaremos amigo, te lo prometo...
Fue lo último que escuchó. Sabia que si movían los
escombros sobre él, estos se derrumbarían sepultándolo; tampoco podían
atarlo con algo y arrastrarlo debido a los trozos de material en el
camino; no podían hacer nada; sólo un milagro lo salvaría de la
muerte.
--¿Encontraste el final para tu cuento
"escritorcito"?
Daryl
se dio vuelta asustado. Estaba tan metido en su narración sobre un hombre
atrapado en un derrumbe, que no sintió a su compañero de periódico acercársele
por detrás.
--es difícil darle un fin a esta historia --respondió--
el hombre no tiene líquidos ni alimentos; la pierna está
fracturada; le queda poco aire aunque le envíen algo por la manguera; y
obviamente ni hablemos de las infecciones de sus heridas ni de su
desangramiento.
--haz que un ángel lo rescate--bromeó su compañero.
Daryl se ofendió. Hacía tres semanas que intentaba
darle un final a la historia sin resultado alguno que lo satisficiese.
Sabía que podía ser su "Premio al escritor del
año"; lo cual le reportaría un mejor status para él y su familia, y un
ascenso en su trabajo, además del reconocimiento de sus colegas.
--debe ser real, no es un cuento para niños--respondió
tajante volviendo a su computadora.
Esa noche no pudo dormir imaginando ser el personaje atrapado, analizando todas
las posibles soluciones, desvelándose en pos de un final lógico y coherente.
Pero el tiempo inexorablemente se le agotaba; debía
entregar el trabajo esa misma tarde y aún no había descubierto como concluir la
historia.
--Tendrás que dejar que muera--le dijo su esposa-- no
existe otro fin para esa situación.
Todos le decían lo mismo; no le convencía ese final,
prefería que el hombre quedara inválido, impedido de alguna forma; pero deseaba
en realidad, que sobreviviese.
Por más que intentase lograr su deseo; él había
creado las situaciones ideales para una muerte segura.
Sentado en su escritorio; su compañero de trabajo le
avisó.
--vienen a buscar los trabajos en diez minutos, Daryl.
Sintió que no quedaba otra salida. Comenzó a escribir
frenéticamente en su computadora, el lógico desenlace de la historia.
"…y
finalmente cerró sus ojos sabiendo que no necesitaría un ataúd; ya
estaba en él desde ese cruel terremoto que lo
había sepultado vivo, prolongando su agonía hasta finalmente morir
"...
Terminó su escrito con la palabra FIN.
Intentó levantarse de su silla, pero un dolor muy fuerte se lo impidió. En ese
instante descubrió con horror y espanto la realidad: él era el hombre enterrado
vivo; su mente enferma, y en procura de una salvación había intentado evadirse
imaginando estar aún en el diario en el que trabajaba de escritor. Había
escrito su última historia.
En ese instante cerró los ojos, pero esta vez para
soñar eternamente.
De "cuentos varios" 2006
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