martes, 7 de julio de 2015

Carlos Enrique Saldivar





exTrañas entidades

Carlos Enrique Saldivar



Se aproximaba el ocaso. Alonso buscaba la manera de sobrevivir el día. Fue horrible ver a sus amigos destruidos uno a uno por esas cosas. Intentó salvar a Claudia, la cogió de la mano y huyeron de aquella reunión. Él no sabía conducir un automóvil, se maldijo por nunca haber aprendido, aunque era tarde para lamentarse. Su enamorada poseía su propio carro, ella manejó, aunque solo por unas calles. Las cosas les cerraron el paso. Claudia chocó contra un poste y se quedó golpeada sobre el volante. Alonso intentó sacarla de allí, cargarla, pero desde un extremo del vehículo la atraparon. El hombre solo atinó a correr, se hallaba lejos de su casa. Pasó buen rato escondiéndose, esquivando a esos malditos seres, hasta que al fin pudo llegar a su residencia. Abrió la puerta, sudando. Vivía solo, lo cual estaba bien. Las cosas eran pequeñas pero terribles, podrían infiltrarse a través de ciertos agujeros. Trancó el umbral de su vivienda. A continuación selló las ventanas y cualquier espacio que pudiera servir como acceso. Le dedicó a ello un par de horas. Se encontraba en una suerte de fortaleza, resguardado; no obstante, sé que muy pronto llegarán a este sitio. Anocheció. Escuchaba los ruidos callejeros, eran ellos en la entrada, en el techo, junto a las ventanas, sacudían los muros con sus golpes. No ingresarán, aún no. Alonso intentó tomar agua, comer algo, mas vomitó todo aquello que introdujo en su boca. La cabeza le dolía de un modo intolerable. Tengo la certeza de que mi fin se acerca. Se dirigió a su habitación, se recostó en su cama, se puso de costado. Recordó las noticias de los días precedentes, sobre ciertos experimentos que se estaban saliendo de control. «Científicos norteamericanos desean hallar la excelencia humana, una eficacia mental sin precedentes». Fallaron. Alonso no creyó en los comentarios de las redes sociales, pensó que nada más eran noticias falsas destinadas a crear miedo. Mientras reflexionaba, su cráneo se ensanchó con rapidez y estalló, matándolo. El cerebro saltó al suelo y se sostuvo mediante unos filamentos. Avanzó hacia la puerta de la casa y usó sus poderes psíquicos para destrozarla. Los otros cerebros lo esperaban ahí; había tardado, pero los nuevos gobernantes del mundo ya estaban completos



 

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