exTrañas entidades
Carlos Enrique Saldivar
Se aproximaba el ocaso.
Alonso buscaba la manera de sobrevivir el día. Fue horrible ver a
sus amigos destruidos uno a uno por
esas cosas. Intentó salvar a Claudia, la cogió de la mano y huyeron
de aquella reunión. Él no sabía conducir un automóvil, se maldijo
por nunca haber aprendido, aunque era tarde para lamentarse. Su
enamorada poseía su propio carro, ella manejó, aunque solo por unas
calles. Las cosas
les cerraron el paso. Claudia chocó contra un poste y se quedó
golpeada sobre el volante. Alonso intentó sacarla de allí,
cargarla, pero desde un extremo del vehículo la atraparon. El hombre
solo atinó a correr, se hallaba lejos de su casa. Pasó buen rato
escondiéndose, esquivando a esos malditos seres, hasta
que al fin pudo llegar a su residencia. Abrió la puerta, sudando.
Vivía solo, lo cual estaba bien. Las cosas
eran pequeñas pero terribles, podrían infiltrarse a través de
ciertos agujeros. Trancó el umbral de su vivienda. A continuación
selló las ventanas y cualquier espacio que pudiera servir como
acceso. Le dedicó a ello un par de horas. Se encontraba en una
suerte de fortaleza, resguardado; no obstante, sé
que muy pronto llegarán a este sitio.
Anocheció. Escuchaba los ruidos callejeros, eran
ellos
en la entrada, en el techo, junto a
las ventanas, sacudían los muros con sus golpes. No
ingresarán, aún no. Alonso intentó
tomar agua, comer algo, mas vomitó todo aquello que introdujo en su
boca. La cabeza le dolía de un modo intolerable. Tengo
la certeza de que mi fin se acerca. Se
dirigió a su habitación, se recostó en su
cama, se puso de costado. Recordó las noticias de los días
precedentes, sobre ciertos experimentos que se estaban saliendo de
control. «Científicos
norteamericanos desean hallar la excelencia humana, una eficacia
mental sin precedentes».
Fallaron. Alonso no creyó en los comentarios de las redes sociales,
pensó que nada más eran noticias falsas destinadas a crear miedo.
Mientras reflexionaba, su cráneo se ensanchó con rapidez y estalló,
matándolo. El cerebro saltó al suelo y se sostuvo mediante unos
filamentos. Avanzó hacia la puerta de la casa y usó sus poderes
psíquicos para destrozarla. Los otros cerebros lo esperaban ahí;
había tardado, pero los nuevos gobernantes del mundo
ya estaban completos.
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