domingo, 7 de abril de 2013

Silvia Pastrana




LA MUERTE NO TIENE HORARIO



Era él o ella. Sólo había que apostar al destino que se escondía detrás de la puerta. Entre los 60 y los 90 todo asciende y desciende a la vez. Es una cuestión matemática que, entre dos números completamente arbitrarios, todo se encierre en la palabra destino. Entre los 60 y los 90 hay relación de parentesco. Uno hace a la vida del otro y el otro, hace a su propia vida. Juntos son dependencia. Cuando se está más cerca de los 90 uno está en manos del aire que respira hasta que ese uno deja de hacerlo. Cuando se está pisando los 60, la cortina de humo puede esconder el rostro del desaparecido, del que escapa, del que ya tiene poco cuerpo para defenderse de lo que no le sobra. Cuando uno está entre los 60 y los 90, se sienta y escribe porque uno no tiene nada qué hacer o sí, escuchar los pasos que bajan las escaleras igual que rocas que transforman su materia a causa del viento.

Si dobló la esquina él o ella de 90 antes que él o ella de 60, es adelantarse a los hechos. Si él o ella, escondió su rostro debajo de la almohada, es un invento del escritor que no puede ver a través de la puerta de vidrio.

La matemática es una ciencia inflexible. Asciende y desciende cuando tiene ganas. Los números comprendidos entre los 60 y los 90, hacen silencio cuando el corazón dice basta. El número menos pensado,  y yo no lo dije, usó su oficio de número, hizo su trabajo sospechoso. Dejó de respirar, dijeron, el día que la térmica trepó  los 40.

Hace 3 días, creo, alguien dejó de rezar.




2 comentarios:

  1. Muy bueno, muy duro y muy certero, Silvia.
    De algún modo, siempre estamos en manos del aire que respiramos. Y también vemos según sea el color del vidrio. Por ahora intentaremos no escuchar los pasos que bajan las escaleras y sí acercarnos al jardín que perfume nuestros proyectos. Cariños, Lina

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  2. Muy buena Silvia. La publico en Poetas Inolvidables...Besito...Any

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