EL
PALACIO HECHIZADO
La
hermana de uno de mis mejores compañeros de infancia guardaba reposo
en aquella mansión lóbre-ga. Lady Madeline. ¡Cuánto había oído
hablar de ella! Decían que sufría de una enfermedad cataléptica.
Sentí que todas las fatigas de mi viaje a caballo confluían en mi
interior para condensarse en forma de miedo. Un miedo inconcreto,
sutil, invasor, que rezumaba de mi alma e iba impregnando todo el
cuerpo. Un miedo que se me instalaba en la cabeza, en el corazón, en
el estó-mago y aun en las rodillas. Altos muros, figuras
amorta-jadas, penumbra, muerte, enfermedad, silencio… se mezclaban
en mi imaginación, asociándose, sin saber por qué, a un insistente
contrapunto de peladas calaveras. Cerré los ojos. No se me ocurrió
protestar, rebelar-me, gritar…, pero la respiración debió de
hacérseme inconscientemente acongojada, porque tras la puerta
abierta, el criado dijo con voz afable:
―Pase,
pase…, el señor Usher está deseando saludarle.
Sin
embargo, experimenté el colmo de la soledad y el desamparo.
Basado
en el cuento «The Fall of the House of Usher» del escritor y poeta
Edgar Allan Poe.
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