Y luego vendrán los Otros
A usurpar nuestros espacios.
A trastocar los espejos.
A poblar de susurros malditos
nuestro aire.
En el ocaso sus sombras
lamerán nuestros umbrales,
sigilosos intrusos,
indeseables visitas.
Acechan impasibles,
ya odiosamente instalados,
aguardando el momento
de posar sus fétidas zarpas de
harpía,
oh, funestas presencias,
sobre todo cuanto creíamos
que nos pertenecía.
Pero es inevitable.
Están ahí, te han visto nacer,
se han alimentado de tus fluidos
vitales,
se han arropado con tu sangre y tu
carne,
y tarde o temprano,
sus ojos vidriosos se posarán,
avariciosos,
sobre tus menguados despojos,
y celebrarán a tu alrededor
el lúgubre festín de los cuervos,
y entonarán la canción
de la Vieja Cosechera.
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