La Leyenda del Lobo y la Luna
Hace muchísimo tiempo...
En un lugar apartado
y escondido de todo vivía un hombre llamado Huargo. Este hombre era una persona
muy retraída, poco social, prácticamente un ermitaño que gustaba de la soledad.
Un día, una joven muy bella apareció en la entrada de la cueva donde él
vivía...
-Buenas noches señor,
¿podría darme algo para cenar?, estoy hambrienta y débil...
El hombre iba a
negarse, pero entonces la joven se desmayó, y cayó desplomada en el suelo a
causa del agotamiento y la falta de alimento. Él la tomó en sus brazos y la
llevó al montón de paja con pieles que utilizaba como cama.
La muchacha estuvo
unas semanas inconsciente, mientras, Huargo velaba por ella y la alimentaba con
leche y hierbas medicinales.
Cuando la chica
despertó le dio las gracias por todo lo que había hecho por ella, y ahí empezó
su amistad... Estaban en la estación donde la Luna no se veía por esas tierras, las lluvias
escaseaban y los cultivos corrían peligro.
La joven se quedó en
la cueva con Huargo, pasaron los meses, y un día ella desapareció, sin avisar y
sin decirle nada. El hombre quedó muy triste, buscó y buscó, sin lograr
encontrarla...
Estuvo muchos años
viviendo como un animal, como una pobre bestia malherida, poco a poco iba
perdiendo su humanidad, hasta que se fue convirtiendo en Lobo... un Lobo muy
grande...
Cuando eso pasó,
apareció ante él la joven, y ese Lobo volvió a ser humano. La muchacha le contó
que en realidad ella era la
Luna, y que sólo la podría ver cada 50 años. Entonces Huargo
recibió el don de la inmortalidad a cambio de su humanidad... sólo una noche,
cada 50 años, volvería a ser humano, y la Luna bajaría en su forma humana también para
estar con él.
De cada noche que
pasan juntos, un Lobo nace, de ahí la raza de los Lobos Huargos, Lobos de un
tamaño muy superior y con más inteligencia que los Lobos comunes.
Huargo cada noche aúlla
a su amada, porque el día que ella le contó la verdad el le prometió que cada
noche la aullaría y que cada aullido sería un TE QUIERO para ella...
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