VAGABUNDO
Los
rayos de la luna llena iluminaban las calles de Georgetown, las
farolas
se confundían con las luces de los portales; y las
decoraciones de la Víspera de Todos los Santos. Un grupo de niños
recorrían N. Street disfrazados de fantasmas, de brujas y de
esqueletos. Era una estampa plácida y tranquila de la vieja América.
Toby,
el vagabundo, paseaba inquieto arriba y abajo por las estrechas callejuelas. Desde la noche anterior al día de Halloween había
estado agitado e irritable con frecuencia, y se sentía físicamente
enfermo… Una adolescente pasó trotando por la calle, y él se
volvió hacia ella, torciendo el labio en un gruñido audible. Había
estado triste y temeroso todo el mes, pero nunca tan intranquilo como
ahora. Blancos rayos de luna penetraron a través de las nubes, y él
levantó la cabeza, dejando que la envolviese la fría luz de la luna
llena.
Por
fin se tumbó en un jergón de cartones, pero no pudo dormir. Le
dolía todo el cuerpo y tenía confusa la mente. De pronto se
incorporó, y este movimiento le arrancó un gemido de dolor. Gritó
y rodó del jergón al suelo.
Al
tratar de levantarse, descubrió que había quedado inválido.
Descargó inútiles patadas contra el suelo, mientras intentaba
agarrarse a algo para levantarse. Los dedos no le obedecían.
Chillando de angustia, se arrastró por el suelo hasta detenerse en
el charco de lechosa luz de luna proyectado a través de las nubes.
Aquella
luz pareció calmarlo y llamarlo al mismo tiempo. La luna llena, un
perfecto círculo brillante, lo miró entre jirones de nubes, y él
empezó a comprender la causa de su impotencia. El ojo redondo de la
luna ―y la hilera de resplandecientes calabazas en los portales―,
titilaban alegremente, pareciendo burlarse de su desdicha.
Y
así, con la vista fija en lo alto, sin poder hacer otra cosa que
aceptar su naturaleza. Toby experimentó el comienzo de su
transformación: La piel se rajó y se desprendió de sus brazos y su
cara. La roja carne viva desapareció enseguida bajo una tosca capa
de pelos de color castaño. Fuertes y afilados colmillos brotaron de
sus encías, mientras la cara se contraía por el terrible dolor.
Trató de frotarse los ojos con las manos, pero estos apéndices
habían desaparecido, sustituidos por unas zarpas rematadas en unas
uñas curvas y malignamente afiladas.
Cuando
los rayos plateados alcanzaron el cuerpo dolorido y retorcido del
vagabundo; Toby completó su transformación. El hombre lobo alzó la
voz a la luna, en un largo y vibrante aullido.
Poco
a poco, como un fantasma gris, el gran lobo empezó a trotar por las
calles, adquiriendo velocidad a medida que recobraba su conciencia…
…y
el recuerdo del placer de la caza.
Unos
niños con máscaras de papel de seda, miraron con ojos festivos a su
curioso perseguidor.
―Hola,
señor… ―saludo uno de ellos― precioso gruñido, muy bonito…
de lo más real que haya oído.
―Y
su máscara ―dijo otro― está perfectamente hecha…
El
hombre lobo ganó altura y agarró la cabeza de un niño sin
importarle cómo lo iba a destrozar entre sus afiladas garras. Al
soltarlo, el cuerpo se desplomó inerte, mientras los otros niños
abandonaban la calle gritando. Los gritos eran estridentes y bellos.
Era un himno a la gloria de la luna y al poder de sus hijos.
Pero,
sobre todo, era un canto de muerte.
Inspirado
en la historieta de cómic «Change… Into Something Comfortable»
del guionista y dibujante Richard Corben.
Ilustración
«Werewolf»
Contacto:
www. ibroid.deviantart.com
Hola Diego Clock, ver mi relato en tal ilustre blog de terror, es una experiencia muy gratificante. Que los gritos y las pesadillas no paren de surgir. Un saludo grande.
ResponderEliminarGran relato, dotado de una cautivadora oscuridad sepulcral... Notable colaboración.
ResponderEliminarGran relato, dotado de una cautivadora oscuridad sepulcral... Notable colaboración.
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