PEQUEÑA Y SOLITARIA
Por Diego Arandojo
Rata.
Diminuta y pestilente. Niña sucia. Tienes seis años. Ya conoces los secretos de
la adultez. En tus ojos, de lagañas negras, reluce el mal.
Llevas en la mano la guadaña. Preparada para atacar cuando sea necesario. El cielo
está rojo por el hongo nuclear. La ciudad donde vives se llena con hombres
hambrientos.
Rata. Ha llegado tu momento. Atacas. Decapitas. Desmiembras. La sangre negra de
los hombres hambrientos se desparrama en las esquinas.
Tu habilidad para matar atrae a muchas otras que quieren aprender tu arte
maldito.
En estos tiempos para sobrevivir hay que expulsar el Espíritu. Volverse atea.
Destruir dioses y templos. Sentir que lo único real es esa vil realidad.
Estás sucia. En tus manos se juntan nombres, apellidos y legados. Bajo tus uñas
hay rostros apilados. Desconocidos. Gritando. Pidiendo justicia.
Solitaria niña que deambula en busca de paz. El consuelo es algo extinto. Un
rito petrificado. Un jardín que arde. Llamas gélidas.
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