viernes, 17 de junio de 2016

La biblioteca de los libros vivos por El Doctor CLOCK



  Has entrado a la biblioteca del Ciclope donde guarda cada libro de monstruos, vampiros, locuras, asesinos, y demás seres que hallas conocidos en los genios de la literatura del terror, misterio y suspensos, ¿pensate que has leído todo? jajaja acompáñenme… 


You've come to the library of Cyclops,
where you keep every book of monsters, vampires, follies, murderers, and other beings find yourself known in the literary geniuses of terror, mystery and suspense,? pensate that you have read it? join me ... lol





Detrás de esta puerta secreta, se encuentra unas escaleras, y debajo esta la biblioteca de los libros vivos, nadie se atrevió a bajar es un lugar lleno de temor solo yo puedo bajar, ahí hay libros que se han olvidados por el transcurso de los años, solo se los menciona por simple comentarios, pero nunca mas sean vuelto a leer, eso genero que sus personajes cobren vida y conversan entre si allá abajo.

Escuchas eso son gruñidos hoy serán los primeros en acompañarme, tomen una antorcha, bajemos, esta oscuro y húmedo jajaja miren ahí esta saliendo un libro que esta a punto de leerles… 


Behind the secret door is a staircase, and below this the library of living books, no one dared to go down is a fearful place I can only go down, there are books that have been forgotten over the course of the years , mentions only the simple quote, but never more have been reading, that genre that his characters come to life and talk to each other down there.

Hear that are grunts today will be the first to join me, take a torch, go down this dark and damp this out there lol look at a book that is about to read 

 

 

EL ARO

Koji Suzuki (fRAGMENTO)


Notó que le faltaba el aire, no exactamente como si se ahogara, pero sí como si
tuviera un peso sobre el pecho. Tomoko llevaba algún tiempo quejándose para sus
adentros de lo injusta que era la vida, pero ahora, al adentrarse en el silencio, parecía que
fuera otra persona. Al bajar las escaleras el corazón le empezó a latir con fuerza y sin
motivo. Las luces de un coche que pasaba arañaron la pared al pie de las escaleras y se
escabulleron. Cuando el motor del coche se alejó hasta dejar de oírse, la oscuridad de la
casa pareció hacerse más intensa. Tomoko bajó las escaleras intentando hacer mucho
ruido y encendió la luz del vestíbulo de la planta baja.
Se quedó sentada en el retrete, enfrascada en sus pensamientos, bastante rato
después de terminar de orinar. El violento palpitar de su corazón aún no había parado.
Nunca le había pasado nada parecido. ¿Qué le estaba sucediendo? Respiró hondo varias
veces para calmarse, se puso de pie y se subió los shorts y las bragas al mismo tiempo.
«Mamá y papá, por favor llegad a casa pronto —se dijo a sí misma, hablando de
repente como una niña pequeña—. Aj, qué asco. ¿Con quién estoy hablando?»
No era como si se dirigiera a sus padres y les pidiera que volvieran a casa. Se lo
estaba pidiendo a otra persona…
«Eh, deja de asustarme. Por favor…»
Antes de darse cuenta, incluso lo estaba pidiendo con educación.
Se lavó las manos en la pila de la cocina. Sin secárselas, cogió unos cubitos de hielo
del congelador, los puso en un vaso y lo llenó de Coca-Cola. Vació el vaso de un trago y



Vació el vaso de un trago y
lo dejó en la encimera. Los cubitos giraron en el vaso un instante y luego se detuvieron.
Tomoko tuvo un escalofrío. Sintió frío. Su garganta seguía seca. Cogió la botella grande
de Coca-Cola de la nevera y volvió a llenar el vaso. Le temblaban las manos. Tenía la
sensación de que había algo detrás de ella. Algo, desde luego no una persona. Un hedor
amargo a carne podrida se percibía en el aire alrededor de ella, rodeándola. No podía ser
nada corpóreo.
¡Basta! ¡Por favor! —suplicó, ya en voz alta.
El tubo fluorescente de quince vatios parpadeaba sobre la pila de la cocina como
una respiración entrecortada. Era nuevo, por fuerza, pero en ese momento su luz parecía
poco fiable. De pronto Tomoko deseó haber pulsado el interruptor que encendía todas las
luces de la cocina. Pero no podía ir hasta aquel interruptor. Ni siquiera podía darse la
vuelta. Sabía lo que tenía detrás: una habitación tradicional japonesa de ocho tatamis, con
el altar budista dedicado a la memoria de su abuelo en una hornacina. Por el pequeño
hueco que dejaban las cortinas debería poder ver la hierba de las parcelas vacías y una
estrecha franja de luz procedente de los apartamentos. No debería haber nada más.
Cuando terminó el segundo vaso de Coca-Cola, Tomoko ya no se podía mover en
absoluto. La sensación era demasiado intensa, la presencia no podía estar solamente en
su imaginación. Estaba segura de que algo se le estaba acercando en ese mismo instante
para tocarle el cuello.
«¿Y si fuera…?» No quería pensar en el resto. Si lo hiciera, si siguiera por aquel
camino, se acordaría de aquello, y no creía poder soportar el terror. Había ocurrido una
semana antes, hacía tanto que ya lo había olvidado. Era todo culpa de Shuichi; no
debería haber dicho aquello… Después, ninguno de los dos pudo parar. Pero luego
volvieron a la ciudad y aquellas escenas, aquellas imágenes tan nítidas, dejaron de
parecer creíbles. Todo el asunto había sido una especie de broma. Tomoko intentó
pensar en algo más alegre. Cualquier cosa menos aquello. Pero ¿y si fuera…? Si aquello
hubiera sido real… Al fin y al cabo, el teléfono había sonado, ¿verdad?
«Oh, mamá y papá, ¿qué estáis haciendo?»
¡Venid a casa! —gritó Tomoko.
Pero ni siquiera después de que hablara la sombra inquietante mostró ningún
síntoma de
desaparecer. Seguía detrás de ella, quieta, observando y esperando.
Esperando a que llegara el momento.
A los diecisiete años Tomoko no sabía lo que era el auténtico terror. Pero sí sabía
que hay miedos que crecen solos en la imaginación. «Eso debe de ser. Sí, de eso se
trata. Cuando me dé la vuelta no habrá nada detrás de mí. Nada en absoluto».
A Tomoko le dominó el deseo de darse la vuelta. Quería confirmar que allí no había
nada y salir de aquella situación. Pero ¿realmente no estaba pasando nada más? Un frío
maligno pareció salirle de los hombros, extenderse a su espalda y deslizarse hacia abajo
por su columna, cada vez más abajo. Tenía la camiseta empapada de sudor frío. Sus
reacciones físicas eran demasiado fuertes para que fuera solamente su imaginación.
«¿No dijo alguien que el cuerpo es más sincero que la mente?»
Sin embargo, otra voz habló también: «Date la vuelta, ahí no puede haber nada. Si
no te terminas la Coca-Cola y te pones a estudiar otra vez, a ver cómo haces el examen
mañana».
Un cubito crujió dentro del vaso. Como espoleada por el ruido, sin pararse a pensar,
Tomoko se giró.”

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