viernes, 17 de junio de 2016

Carlos Enrique Saldivar

 




invocación diabólica

Carlos Enrique Saldivar



Cuando Ulises era niño, la idea del Diablo le atormentaba hasta el punto de entrar en constantes estados de miedo y angustia. Sus padres lo llevaron con varios especialistas y el chiquillo logró superar en alguna medida su terror hacia el Príncipe de las Tinieblas. No obstante, ni en la escuela (se educó en un colegio religioso) ni en la universidad pudo dejar de lado la posibilidad de que el Maligno existiera y se hallara cerca de él, observando todos sus pasos, acechando para tentarlo o para hacerle daño. Ulises creía en Dios, el catolicismo era la religión de sus progenitores, se había criado con esta, la había asimilado de mil y un formas en el colegio, pero había dejado de ir a la Iglesia después de hacer su confirmación.
El resentimiento hacia la fe provino de varios temores que lo atosigaban, sentía que ningún poder celestial era capaz de frenar los males sociales. Ninguna fuerza surgida del bien pudo evitar que lo asaltaran cuando salía de la academia preuniversitaria de noche, que le rompieran la nariz y lo amenazaran con rebanarle los genitales si denunciaba el hecho. Ese mismo año un sacerdote intentó seducirlo, primero hablándole con frases un tanto subidas de tono, luego el sujeto quiso forzarlo en su oficina, tras una sesión de catequesis.
Toda esa ira creó en Ulises una mentalidad que con el tiempo lo hizo preferir el camino de la violencia y la crueldad, antes que ceder ante el infortunio por ser dócil y blandengue.
Su maldad creció: no podía conservar una mujer a su lado, perdió a los pocos amigos que tenía, lo echaron de todos los trabajos; se dedicó a delinquir: asaltos, narcotráfico, estafas, extorsión; además, perdió contacto con sus padres, hermanos y otros familiares.
Vivía solo, en las noches planeaba nuevas crueldades. Se dijo que el mundo donde vivía era horrible y él era parte de este, las personas cometían a diario actos monstruosos, por ende Dios no podía existir, el mundo de seguro era gobernado por el Demonio, él si era real. Ulises se sentía a menudo observado, mas no le preocupaba mucho tal sensación, era Satán quien lo veía y se sentía orgulloso de él, por ende no lo lastimaría, incluso podía ser que algún día ambos, mediante alguna vía tenebrosa, se encontraran y realizasen un pacto.
Cierta noche, Ulises atacó a una pareja e intentó robarles su dinero, ellos se defendieron de modo repentino, pusieron resistencia mediante golpes y el atracador les disparó a ambos en la cabeza. Ahora era un asesino, Lucifer lo estaba mirando y aplaudía tal acto sangriento.
Una tarde, el delincuente ingresó a robar en una biblioteca, se coló en el área de textos sin ser visto y cogió cuantos pudo; entre estos se hallaba un ejemplar del «Gran Grimorio».
Ya en su morada, lo revisó con cuidado y encontró unas frases con las cuales invocar a la Bestia. Realizó el ritual en la fecha y el momento indicados en el libro; diversas energías debían confluir para que el llamado tuviera éxito. Funcionó, sobre el pentagrama dibujado en el suelo apareció el Anticristo. Era grande y rojo; tenía nariz de cerdo, cuernos, rabo, pezuñas, un hocico babeante y repleto de colmillos. Satanás atrapó a Ulises con sus dientes, le quebró los huesos y se lo comió entero; luego regresó a la dimensión en la cual habitaba.
Todos los días los hombres hacían ritos para invocarlo, y aquel siempre devoraba a los brujos. La carne de los pecadores –en especial de esta clase de tentados–, le sabía deliciosa.

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