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domingo, 10 de diciembre de 2017

Beatriz Schaefer Peña


Jack The Ripper




London, Whitechapel, 1888



Señal certera la sonrisa

que me llevó al paraje.

Allí estaba

toda ella envuelta de crepúsculos

y yo, con mi tremendo sol a cuestas

¡quemándome! ¡quemándome!

No fue difícil apropiarse del engaño,

blandir el bisturí encendido

que le abriera en dos la entrega

y saciarme de esas flores estalladas

para después ¡bailar! ¡bailar! ¡bailar!

con el collar de sus vísceras

colgándome del pecho.

¡Bailar! ¡bailar! ¡bailar!

ese clamor del día

y hasta el hartazgo de la sangre,

hasta el último aroma de su cuerpo.

(del libro “El que devora”)






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